El Discóbolo De Mirón
El Discóbolo, creado por el artista griego Mirón en el siglo V A.C., es una de las obras más admiradas de la Antigüedad. Era un bronce hecho durante el período clásico alto del arte griego y mide aproximadamente 1,60 metros de altura.Aunque el original ya no existe, se han conservado célebres reproducciones romanas en mármol.
Sobre el autor, Mirón, sabemos que nació en Eleuteras, en la frontera entre Ática y Beocia. Vivió buen parte de su vida profesional en Atenas y es famoso por sus representaciones de atletas. Trabajó principalmente en bronce, un material superior al mármol que permite a escultores crear posturas más dinámicas y conferir a sus obras detalles más finos y realistas.
Mirón realizó la escultura en el año 460 A.C. para ser colocada en una calle de Atenas. En este sentido, hay que tener en cuenta el contexto histórico en el cual fue concebida la obra, época de gran auge en Grecia y en pleno dominio sobre los persas que intentaban invadir estas tierras sin lograr el éxito.En Atenas se gastaba mucho dinero en arte para decorar cualquier templo y todos los edificios de la Acrópolis, por lo que era un momento extraordinario para que los artistas se motiven y se inspiren en sus tareas.
El término griego Discóbolo significa lanzador de disco, uno de los deportes más tradicionales de la antigua Grecia, siendo la obra la representación de un momento del movimiento de un atleta en esa disciplina.El lanzamiento de disco era el primer elemento del pentatlón en el que un atleta lanzaba un pesado disco, llamado discusy, si bien los atletas de esta disciplina en cierto modo eran considerados inferiores a los atletas que se destacaban en un deporte específico, su apariencia física era objeto de suma admiración. Esto se debe a que no tenían ningún grupo de músculos desarrollado en exceso, lo que realzaba en la armonía de sus proporciones.Aquí Mirón captura el estado de inmovilidad momentánea del atleta. La palabra griega que describe este instante es rhytmos, y hace referencia a una acción de gran armonía y equilibrio.
Los escultores optaron por representar al lanzador de disco con el cuerpo doblado porque así se satisfacía su deseo de representar una figura anatómicamente perfecta y transmitir una sensación de movimiento. El autor logra en la obra un equilibrio corporal perfecto, recreando un fragmento del movimiento de un lanzador técnicamente brillante como una demostración de la grandeza de los deportistas de Grecia. El movimiento es una de las claves que se quieren representar, el movimiento del hombre como muestra de avance en el pensamiento y en todas las áreas de la vida.
Los lanzadores de disco de la Antigüedad iban desnudos, lo que permitía a los artistas retratar sus músculos. Mirón representa el momento del lanzamiento, con un realismo y un movimiento de lo más convincentes, dando una sensación de vigor y equilibrio.
El lanzador de disco muestra una expresión relajada. Para el observador moderno, la cara del atleta parece carente de emoción, y es que para los escultores antiguos era mucho más importante representar el cuerpo como arquetipo del ideal atlético que centrarse en las expresiones faciales. Por otro lado la inexpresividad facial se puede interpretar que la mente es quien domina todos los movimientos de perfección, y que más allá del esfuerzo físico, el éxito y el dominio de las acciones está en el correcto manejo de la mente.
El deporte tenía en esta época una gran relevancia en la vida del hombre como símbolo de independencia, libertad y democracia, por lo que la obra tiene un alto contenido político y filosófico.
Seguramente haya sido construida en honor a algún gran atleta de la época, pero en ese momento en Grecia se buscaba plasmar un hombre ideal en las obras y no personificar a alguien puntualmente.
ANÁLISIS Y COMENTARIO DEL DISCÓBOLO DE MIRÓN
Tema. La obra nos presenta la figura de un atleta en pleno esfuerzo, con una función puramente estética: la plasmación de la belleza desde una óptica antropocentrista, representando al hombre como ideal, muy alejado de la visión religiosa de épocas anteriores (Egipto). (Según algunos historiadores podría tratarse de un héroe o una simple representación simbólica de uno de los símbolos que unían a todas las polis, los Juegos Olímpicos).
Tipología. Se trata de una figura individual y exenta.
Material. Aunque la imagen que comentamos (copia romana) esté realizada en mármol tallado, suponemos que el original debió estar fundido en bronce, pues es conocido que Mirón fue especialmente broncista.
Composición. Se trata de un bloque abierto con clara ruptura de la ley de la frontalidad (aunque con un punto de vista preferente, precisamente el lateral). Mirón se plantea una doble misión en la composición, crear un movimiento armónico. Para ello, en una novedad sin precedentes, utiliza diagonales dobles que se contrapesan entre sí, creando dinamismo en las distintas partes del cuerpo que, en el conjunto, se armoniza al contraponer movimientos contrarios (De la misma manera juega con curvas contrapuestas).
El modelado de la escultura resulta un tanto plano (especialmente en el pelo y los músculos), que no permite excesivos claroscuros (aunque en el bronce original generaría probablemente otra sensación, haciendo resbalar la luz).
Aunque nos encontremos con una escultura monócroma muy probablemente el original se encontrara policromado (al menos pelo y ojos), como era habitual en la época.
La figura resulta idealizada y proporcionada, con un canon un tanto esbelto (sobre todo si lo comparamos con sus contemporáneos, como Fidias o Polícleto) y poco musculoso. La resolución anatómica resulta perfecta, así como su estudio anatómico. En cuanto a la expresión, resulta un tanto sorprendente su gesto inexpresivo en pleno esfuerzo físico, lo cual podía achacarse a su interés por no perder armonía en el conjunto. Por otra parte, el pelo, aún demasiado pegado al cráneo, todavía acusa cierto arcaísmo.
Comentario. El propio desnudo, añadido al tema (sin referencias religiosas), nos habla claramente de un carácter antropocentrista que caracterizó a la escultura griega. Por otra parte, el interés por la armonía (en la composición ya analizada o la propia proporcionalidad de la anatomía) son típicos de la fase clásica de dicho arte que se alcanzó en el siglo V a. C, momento de crecimiento político y económico derivado de la victoria sobre los Persas en las Guerra Médicas y la apropiación del tesoro de Delos. Será el periodo regido por Pericles, con las obras de la Acrópolis y los grandes escultores: Mirón, Polícleto y Fidias.
Artísticamente, esta fase supuso la culminación de todo un largo proceso que, derivando de modelos estéticos egipcios (época arcaica), logró encontrar nuevas fórmulas en el llamado Periodo Severo (contraposto, mayor trabajo de paños y anatomía, apertura del bloque… como en Kritias y sus Tiranicidas), que ahora serán tratadas con total soltura, insistiendo en la idea de proporcionalidad como expresión máxima de la belleza, entendida ésta como armonía y proporción entre las partes, regida por la matemática y utilizada a través del canon (cabeza como medida).
La belleza, por tanto, se expresa de una forma racional, conectando el arte al hombre, como es típico en esta sociedad griega de carácter antropocentrista en donde el hombre es la medida de todas las cosas, al contrario de lo que sucedía en las artes arcaicas (Egipto, Mesopotamia…), dominadas por la religión y una visión teocentrista que tendía al colosalismo (en arquitectura) o al hieratismo, la frontalidad o la tendencia a la geometría (escultura).
De la misma manera, se utilizará el mármol o bronce como materiales bellos, destinando las esculturas a lugares públicos en donde sean los hombres (y no los dioses) los espectadores y receptores de esta obra que ya no contiene ningún mensaje religioso sino simplemente estético, el crear el placer por la pura belleza (En este sentido el arte griego se podía entender como un arte por el arte, sin otras finalidades).
Refiriéndonos concretamente a la escultura, máximo logro de Mirón, podemos observar aún algunos rasgos que la colocan en el umbral de este clasicismo del que hablamos, en especial en el tratamiento un tanto plano de los músculos, el pelo o la falta de expresión que muy pronto serán superadas por Polícleto (su Doríforo estará más modelado, insistiendo aún más en la proporcionalidad) o Fidias (que conseguirá un mayor dinamismo con su técnica de los paños mojados o una mayor expresión psicológica en sus famosos relieves del Partenón).
Aún con esto, el Discóbolo se convertirá rápidamente en un símbolo de lo clásico (tanto por su ruptura de la frontalidad y su atrevida composición, como por la novedad del tema, alejada por completo de cualquier contenido religioso, perfecta representación del ideal del hombre cultivado por el mundo clásico), tal y como demuestra la existencia de numerosas copias que realizaron los romanos para adornar sus propias residencias. De la misma manera la consideraron en el arte del Renacimiento (como Miguel Ángel en sus Capillas Mediceas) llegando casi a nuestros días con la recreación que hizo de su composición Rodin en su Pensador.
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